Hablar del 25 de enero de 1999 nos ubica inmediatamente en un momento difícil, crítico y doloroso de la historia de los quindianos. Ese movimiento telúrico, que cambió las vidas de tantas personas que lastimosamente vieron morir a sus familias, cambió también los ritmos y perspectivas de este Quindío, diverso y hermoso.

Veinte años después se puede constatar cómo el tesón propio de los quindianos hizo resurgir de las ruinas y de tanto dolor a nuestros once municipios y a la ciudad capital con unos desarrollos que dinamizaron la vida de los habitantes del territorio que ahora resulta tan atractivo para turistas y visitantes. La contundencia del fenómeno sufrido y las estrategias desplegadas en el proceso de reconstrucción han permitido revisar paso a paso los resultados de las diferentes intervenciones y han generado una política nacional para la prevención y atención de desastres, y también marcos normativos locales.

Después de superar la dura prueba que nos impuso la naturaleza nos queda un departamento verde y con sus expectativas abiertas a nuevos desarrollos. Este Quindío sigue siendo de gente amable, gente dispuesta a trabajar y crecer colectivamente.